En uno de nuestros primeros recorridos por el norte del país conocimos gente que con su trabajo y sus ganas de mejorar su realidad nos causó mucha admiración.
Un ejemplo es Angela Romano, quien forma parte de “Manos Tafinistas”, un grupo de mujeres que encontraron en el tejido la forma de sacar adelante a sus familias. Venden en un pequeño local en Tafí del Valle.
La conocimos junto a una compañera del grupo de tejedoras que lidera, en un local que el Municipio de Tafí les presta para vender sus productos. Tejidos, frutos secos, jabones, dulces. Todo casero.
Angela es una emprendedora de la vida: lidera este grupo de tejedoras que ella misma convocó. Pasó de vender en las veredas de la plaza, a contar con su local; de producir y vender sola, a contar con un grupo que produce y vende en conjunto. Aprende y enseña. Y no sólo sobre tejido: está aprendiendo a hacer jabones naturales, toma clases de diferentes cultivos y conservas. Enseña lo que sabe sobre tejidos a otras mujeres, enseña lo que aprende en cuanto curso se anota. Nos habla de educación popular: aprender unos de otros, compartir sus saberes, aprender de lo que otros saben. En los quehaceres y charlas diarias. Esa es la educación popular.
Al cabo de la tarde -que transcurrió entre mates, charla, tejido y prueba de modelos- nos invitó a pasar la noche en su casa. En las afueras de Tafí, compartimos una comida con Angela y su marido, Belisario. Alegres y generosos, nos abrieron las puertas de su casa y su vida por esa noche.
“Todo lo que damos, vuelve” dijo al pasar, pero intuyo que la generosidad le brota naturalmente, sin tener en cuenta cómo o cuándo vuelve lo que da. Simplemente se abren, dan amor, comparten su vida, pensamientos y saberes.
"Todo lo que damos, vuelve".